Hay una señorita que me pide que vuelva a escribir. Bajo mi
pantalla de Word, un ventana abierta con un montón de vídeos porno. Porno
gratis. Porno barato. Cuesta encontrar algo decente, y casi siempre es
frustrante. Se acaba el video y la pantalla se vuelve negra. Se convierte en un
espejo. Maldita imagen de mi mismo. Nunca encontrarás ese video perfecto. Ese
video que no termina nunca, que no te enlaza a otro video. Que se basta consigo
mismo.
No, bueno, voy a empezar. Hay una señorita que me pide que
vuelva a escribir. Pero no la voy a escribir a ella, porque yo soy mucho más
inteligente. Me pregunto dónde se han quedado las palabras que encontraba
antes. Me pregunto si las imágenes han matado a mis palabras. No soy un príncipe
que camina curioso alrededor de una plaza, y termina descubriendo una ballena
disecada en un gran trailer de feria. No espero la revolución, sólo espero
sobrevivir a la mediocridad. Ella me pide que escriba, yo le pido que folle conmigo,
aunque no sea exactamente eso lo que necesite de ella. Tampoco sé muy bien lo
que necesito de ella. Ya me ha procurado suficientes fantasías. Ya he gastado
ese sueño, ahora no sé lo que necesito de ella.
Antes que la vista pediría formatear el olfato. He
fantaseado con olerla a ella. Me gustaría saber a qué huele una habitación con ella.
Me acuerdo de mis esclavos, que chupaban el suelo buscando un rastro de sexo.
Yo chupo mi recuerdo buscando un rastro de olor, de olor a ella. No me gustaría
engañar a nadie. Comparto mi levedad como un instrumento de persuasión. No era
poeta por ambición, era su forma de estar solo. Nunca se había enamorado,
siempre había sido camarero. No sé donde están mis noches, no sé cuáles son mis
historias, están contagiadas de imágenes. Pero bueno, todavía puedo escribir
pensando en ella. Por qué no. No es un delito, ni si quiera una falta. Sólo un
pequeño salto hacia atrás. Conviene recordar de dónde venimos, aunque me lo
pida ella. No sería capaz de satisfacerla ni en sueños, pero sí puedo acariciar
con mis palabras sus ojos, como si fueran mi lengua entre sus piernas. Cerraré probablemente
esta ventana y encontraré otra con más información. Más mujeres, no más reales,
pero sí ahí, para mí, ahora. Perdona que no sea brillante. Lo sería con más tiempo,
menos palabras, y más lenguas.