lunes, 21 de octubre de 2013

Hay una señorita




Hay una señorita que me pide que vuelva a escribir. Bajo mi pantalla de Word, un ventana abierta con un montón de vídeos porno. Porno gratis. Porno barato. Cuesta encontrar algo decente, y casi siempre es frustrante. Se acaba el video y la pantalla se vuelve negra. Se convierte en un espejo. Maldita imagen de mi mismo. Nunca encontrarás ese video perfecto. Ese video que no termina nunca, que no te enlaza a otro video. Que se basta consigo mismo.

No, bueno, voy a empezar. Hay una señorita que me pide que vuelva a escribir. Pero no la voy a escribir a ella, porque yo soy mucho más inteligente. Me pregunto dónde se han quedado las palabras que encontraba antes. Me pregunto si las imágenes han matado a mis palabras. No soy un príncipe que camina curioso alrededor de una plaza, y termina descubriendo una ballena disecada en un gran trailer de feria. No espero la revolución, sólo espero sobrevivir a la mediocridad. Ella me pide que escriba, yo le pido que folle conmigo, aunque no sea exactamente eso lo que necesite de ella. Tampoco sé muy bien lo que necesito de ella. Ya me ha procurado suficientes fantasías. Ya he gastado ese sueño, ahora no sé lo que necesito de ella.


Antes que la vista pediría formatear el olfato. He fantaseado con olerla a ella. Me gustaría saber a qué huele una habitación con ella. Me acuerdo de mis esclavos, que chupaban el suelo buscando un rastro de sexo. Yo chupo mi recuerdo buscando un rastro de olor, de olor a ella. No me gustaría engañar a nadie. Comparto mi levedad como un instrumento de persuasión. No era poeta por ambición, era su forma de estar solo. Nunca se había enamorado, siempre había sido camarero. No sé donde están mis noches, no sé cuáles son mis historias, están contagiadas de imágenes. Pero bueno, todavía puedo escribir pensando en ella. Por qué no. No es un delito, ni si quiera una falta. Sólo un pequeño salto hacia atrás. Conviene recordar de dónde venimos, aunque me lo pida ella. No sería capaz de satisfacerla ni en sueños, pero sí puedo acariciar con mis palabras sus ojos, como si fueran mi lengua entre sus piernas. Cerraré probablemente esta ventana y encontraré otra con más información. Más mujeres, no más reales, pero sí ahí, para mí, ahora. Perdona que no sea brillante. Lo sería con más tiempo, menos palabras, y más lenguas.