lunes, 20 de diciembre de 2010

El coño de Marilyn Monroe



El señor esta en un hotel. Un hotel pequeño con las paredes sucias y los cristales de las ventanas llenas de humo. Esta en un hotel solo. Llaman a la puerta y él abre. Entra un hombre de su misma edad y se sienta en el colchón. Mira la habitación. Se fija en la suciedad de las paredes y dice qué puta mierda, y el señor responde que sí, que es una puta mierda. El señor saca un maletín y lo abre. Tiene un montón de bragas sucias. El cliente coge una de ellas y la mira, la huele. ¿De quién es? De Marilyn Monroe. El cliente vuelve a oler. No es posible que todavía huela a coño. A Marilyn le olía fuerte, se defiende el señor. ¿Cuánto cuesta? dice el cliente. Dos mil, dice el señor. El cliente vuelve a oler, esta vez más fuerte. Nota que es un olor que tiene cuerpo. Un olor de algo que existe, que está ahí. Es imposible que siga oliendo. ¿Cómo sé que es real? No puedo demostrárselo, dice el señor. Nadie puede. Ella y todos los que lo han olido están muertos. Yo se lo digo, es el coño de Marilyn Monroe. El cliente piensa durante unos segundos y vuelve a oler. Huele más fuerte y el señor se las quita de las manos y las vuelve a dejar en el maletín. Dos mil. El cliente saca su cartera y se los da. El señor le devuelve las bragas y el cliente sale de la habitación.

El señor vuelve a casa donde su mujer está sentada en el sofá viendo la televisión. El señor le pregunta a su mujer cuándo se ha duchado. Ella le responde que ayer. El señor abre un paquete de bragas y se las tira. Póntelas. La mujer se las pone. Apriétalas le dice él, y ella las aprieta. Una a una las va manchando, y las mancha con mucho cariño. Las aprieta contra su coño de forma que va dejando su huella y su olor. El señor la observa meticulosamente, comprobando que el tejido se impregna debidamente, y cuando ella termina con una prenda, él la huele despacio y con dedicación. ¿Es ése el olor? Pregunta ella. Éste es el olor, responde él. El señor y la señora pasan horas cada día juntos. Ella se pone las bragas, se las restriega por el coño y el culo, se las quita, y las pone en un montón. Él las huele y decide una a una el nombre de la actriz.

Así se ganan la vida el señor y su mujer.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Particulas de coño y amores imposibles

Tengo los dedos metidos dentro de ella. Los llevo moviendo un rato. No los meto ni los saco. Los muevo dentro. A ella le gusta pero de pronto paro. Los saco. Me huelo la mano. Me he engañado a mí mismo. Me visto y salgo de su casa. Durante todo el trayecto en metro me huelo la mano. El metro pega un frenazo y me agarro a la barra. Me pregunto cuántas partículas de coño hay pegadas en las paredes y las barras del metro de Madrid.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dalhart, TX



Cody por favor, perdóname. Es que me he encontrado esta foto y me he puesto romántico. Cody y yo tenemos mucho menos en común de lo que parece, pero la vida nos juntó. Cody no puede leer en español. A lo mejor se ha metido aquí y está desesperado tratando de entender, pero Cody, no me puedes entender. Jamás entenderás lo que supuso pasar contigo cinco días en la carretera. No hablamos mucho, pero cada vez lo entiendo más, antes lo entendía menos. Tú qué has vivido en la miseria y en la desesperación. Tú que has crecido en gasolineras, entre paredes de mentira y casas móviles. Tú que sabes lo que es vivir en una caravana con un alcoholico vendedor de joyas, tú que has vivido la violencia en tus propias manos y jamás podrás entenderme porque no sabes de dónde vengo, porque no sabes quién soy en realidad. Porque de alguna manera te he ocultado mi mundo, porque si no se me cae la cara de vergüenza. Dios mío Cody si supieras el dinero que me dan mis padres, tú que has vivido sin padres desde los dieciséis y has aprendido a vivir sin ellos mejor que con ellos. Sabes lo que es la vida mejor que yo pero yo tengo más perspectiva del planeta tierra. No tengo con qué defenderme, tu tienes tus manos. Y nadie se fija en ti porque puedes parecer un despojo. Hay un lugar en la tierra donde te escondes. Una casa verde que has heredado sin saber muy bien por qué. Me pregunto quién más vivirá en esa casa. Esa casa para mí significa mucho, pero tú no lo sabes porque cuando yo viví en esa casa tú estabas en Kansas. Fui yo quien fue a buscarte Cody. Yo te traje de Kansas, te hice volver a Tulsa. Tú perteneces a Tulsa, no te engañes. Si voy a Tulsa, te quiero en Tulsa. Mientras tú estabas en Kansas yo hice el amor en esa casa verde. Viví algunos de los momentos más intensos de mi vida. Por eso echo de menos la casa, y te echo de menos a ti. Cada vez que pienso en ti y en vosotros siento que estoy desligado de lo que me rodea, que aquí soy un fantasma formalizado por las circunstancias y lo que las mujeres han hecho de mi. Para las personas de aquí son un juguete, y allí no se juega con la vida. No se tienen conversaciones trascedentales. No sé si es por la barrera idiomática, pero me acuerdo que en cinco días de carretera jamás tuvimos una conversación trascendetal. Ni en la carretera ni cuando nos poníamos hasta el culo en los moteles de turno. Tú y yo, que no somos nada, Dios sabe que no somos nada. Me quitas un peso de encima cuando te miro a los ojos Cody. Soy más humano y menos ambicioso. El cine en mis ojos y la mierda en las pantallas. Echo de menos tu suciedad, tus manos, tu manera de salir de las puertas, tu cara de aunque parezca una mierda soy superior a ti. Echo de menos tu manera de sobrivir que de alguna manera algo sí que me ha enseñado. No he conocido a nadie como tú. Maldita sea Cody. Quiero hundirme contigo. Si no hubiera veinte brazos cogiéndome, me hundiría contigo. Contigo y tu mierda de nombre, Cody.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sobre el camión de la basura y una tarde en la que me mojé los pies.


Las chicas se diviertien. Yo me divierto con las chicas en el camión de la basura. Lo hemos robado en la 21 con Yale y estamos dentro, entre un montón de escombros y restos orgánicos. Estamos dentro desnudos. Las chicas y yo. Hace un rato que el olor no nos importa. Metemos las narices en nuestros cuerpos y nos olvidamos del resto. Hoy las chicas y yo tenemos un lugar donde dormir. El camión de la basura.

Ya me he acostado con todas las chicas y las devuelvo una a una a sus respectivas casas, donde sus padres las esperan impacientes. ¿Qué has hecho hoy hija mía? He follado con Carlos y las demás chicas en un camión de la basura que hemos robado en la 21 con Yale. Perfecto, date una ducha y vete a dormir. Lávate bien el coño, que seguro que se te ha metido una cáscara de algo, o a lo mejor un alámbre del envoltorio del pan de molde, o a lo mejor una tele vieja. A lo mejor tienes una vieja imagen de Cary Grant metida en el coño, un poster antiguo de Rita Haywoth, una estampita mejicana de la virgen, o la rueda de un tractor. No papá, nada de eso. Bueno, es igual, lávatelo bien con jabón.

Nunca más volví a ver a las chicas.

Hoy me he mojado. He salido de mi casa y no habia nadie en el barrio, en mi barrio, en Moratalaz. Sólo había carteles colgados de los árboles que pedían a todo el mundo que comprara en las tiendas del barrio. ¿Qué tiendas? La resignación es más barata, más inspiradora, yo sé mucho de resignación. Me he mojado y he caminado hasta la parada de autobús. Antes, una hora antes, cuando salí a comprar más cerveza y perritos calientes para comer, me encontré delante del chino a dos corredores jóvenes. Una hora más tarde, dos perritos, y tres cervezas, mientras camino hacia el autobús para perder mi tiempo en el centro de Madrid, me encuentro con los mismos corredores, que esta vez suben hacia arriba. Cuán distinto soy de algunos seres humanos. Qué poco les entiendo. Creo que los deportistas utilizan el culto al cuerpo porque el culto a la mente siempre ha sido mucho más peligroso y doloroso. El caso es que monto en el autobús, que está repleto de gente, y empiezo a odiar a los viejos.

Camino rápido desde el autobús a la puerta de la Fnac porque llego tarde a ninguna parte y boom. Allí esta ella. Dos minutos.

Subo a la planta de libros para pensar con claridad. Buscar una excusa aunque sea. Busco entre los libros desesperadamente y me acuerdo de Hanna y sus hermanas, cuando Elliot trama una estrategia para meter a April en una librería y regalarle un libro de E.E Cummings donde ya le tiene preparada una página con un poema, y él corre detrás de ella cuando ella se mete en el taxi con el libro, y repite la página del poema una y otra vez. Pero ella no es April y yo no soy Elliot y busco algo escrito por alguien conservador y anglicano que ponga un poco de paz en mi vida. Compro los cuatro cuartetos de Elliot y luego busco entre la sección de libros en inglés a ver si ya se ha editado en EEUU lo último de Auster, y en efecto. Mira que bien, baratito además. Bajo a la última planta y miro los telesivores acompañado de una preciosa dependienta jovencita. Quiero un televisor enorme, pero quiero algo más. Algo a lo que mis hijos pequeños puedan pegarse a ver y me dejen en paz. Algo en lo que pueda ver la cara de los políticos más grande para que me den más miedo todavia. Pero joder son muy caros. Entonces me acuerdo de mi mujer, a la que no quiero y la que no me quiere y miro a los ojos de la dependienta jovencita. No me mire usted así que estoy en mi ambiente laboral. Pues sí, es verdad. Me marcho con mis dos libros. Y además es que, os voy a contar un secreto: no tengo dinero para una tele grande y es más, puede que haya bajado hasta las teles por un motivo oculto. Ese secreto no os lo puedo contar. Me vuelvo a casa con una sensación extraña y tratando de buscarle un sentido a todo lo que ha pasado esta tarde me pregunto si hay alguna manera de escribir y contar esta historia. En casa no me esperan hijos, porque no tengo, pero mientras vuelvo en el metro, también atiborrado de chusma, leo un par de paginas de lo nuevo de Auster y me animo. Venga sí, se puede escribir sobre todo.