sábado, 17 de mayo de 2008

LA HERMANDAD DE LOS INÚTILES


- Página 2. Creamos en un mundo donde la gloria se manifieste en las cosas pequeñas y no en las cosas grandes; en las caricias, y no en el sexo; en caminar, y no en correr; en dormir, y no en soñar. Simplifiquemos nuestras ilusiones, hagamos nuestras vidas más animales y menos humanas; nuestros instintos más carnívoros, y nuestras muertes más banales.

Todos asentimos y nos levantamos. Es la hora de beber un poco de vino y compartir unos canapés que ha hecho Román para la ocasión. Buen chico, se mueve bien. Tiene talento, pero le falta un poco de inteligencia. Yo tengo la inteligencia, y él el talento. No ha hablado mal. Creo que la gente está contenta. Todos están contentos. Vamos a proyectar Amelie y nos vamos a casa. Los que hayan soñado mañana serán castigados y no podrán venir. Los que crean en la bondad serán bienvenidos, y los que no se pudrirán en el infierno. Me encanta decir siempre esto último aunque nosotros no tenemos infierno. No tenemos nada. Creemos que cuando morimos no hacemos nada, pero creemos en la bondad. Creemos, y nunca engañamos.

En casa Marta me propone jugar a desnudarnos, abrazarnos, y tocarnos todas las partes de nuestro cuerpo sin rozar los sexos. Lo apruebo. Nos desnudos y nos metemos en la cama. Ella empieza por acariciarme la espalda. Me abraza y no puedo evitar notar sus senos rozando mi pecho. Tiene los pezones duros, y yo también estoy animado. Noto su aliento en mi oreja y su saliva en mi cuello. Está babeando en mi cuello porque está muy excitada, y siempre que está así babea. Está empujando mis testículos con su rodilla, y cuando la miro entre las piernas veo que brillan. ¿Puedo tocártela un poquito? No, le digo, aguanta. Me toca las piernas, la cara, me mete los dedos en la boca, y me mete los míos en la suya. Lo hace porque sé que le encantaría chuparme la polla, pero no, porque está prohibidísimo, y es lo último que me dejaría hacer. Quiero que me toques. No, no lo voy a hacer. Pues entonces me toco yo. Y entonces sus dedos se meten entre sus piernas y empiezan a moverse rápidamente, con fuerza. Me doy cuenta de que no es la primera vez que lo hace y me pongo nervioso. ¿Lo has hecho antes? Sí, lo he hecho antes. Lo hago todos los días. Me imagino que me follan, que me follan hombres de todas las edades, que me follan en la calle, en casa de tus padres, delante de ti. Me imagino que me pegan y que me hacen vomitar cuando me la meten en la boca. Me animo y me masturbo con ella. Nunca lo hemos hecho. Es diferente. Me imagino a todos esos hombres con ella. Y luego pienso en las cosas pequeñas.

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- Página 37. La única razón que hay para vivir es vivir. Si vivimos es porque vivimos. Y cuando morimos, es porque dejamos de vivir. La bondad existe porque somos conscientes de que vivir, es sencillamente vivir. Leed en voz alta.

Jugamos al fútbol después. Le meto dos goles a Manuel. Como portero es muy malo, pero es lo único que puede hacer porque si corre le duele la rodilla. Después del partido vamos a un bar y nos tomamos unos refrescos. Hablamos de las chicas. Dicen que Marta es la más guapa de todas. Manuel me da un manotazo en la espalda. Sé que le gusta. Puto cojo de mierda. Ni si quiera puede correr.

Somos la hermandad. No hacemos daño a nadie. Somos la hermandad. La hermandad. No somos religiosos. Somos los más fuertes, y los más buenos. Los buenos. Los buenos de verdad. Los malditos monos hijos de la gran puta. Los bastardos funcionales, los aparatos incongruentes y las mentiras falsas, las niñas desprevenidas en los semáforos. Si viene un coche y las atropella nuestro sentimiento es religioso. Un ateísmo religioso. Si nos tocamos, no podemos hacer el amor. Si podemos hacer el amor, no nos tocamos. Porque es así. Porque así lo dicen los papeles. Y hay páginas. En concreto, ochenta y cinco.