Ya han pasado un par de semanas. Ya estamos más tranquilos. Ya he esperado a que se me pasara. El problema es que no se me ha pasado. Sigo intranquilo. Sigo lleno de odio. Lleno de odio porque no siento el amor de Jesús.
He discutido muchas veces con algunos amigos míos sobre el respeto. La mayoría de la gente que me rodea piensa que hay respetar el pensamiento del otro. Que tiene que haber pluralidad. Que caben todas las opiniones, que no podemos insultar, humillar o faltar al respeto a alguien que no piensa como nosotros. Estoy de acuerdo con ellos hasta cierto punto. Yo no creo que haya que insultar, humillar o faltar al respeto a determinadas opiniones. Lo que sí creo es que hay que tratar de ilegalizarlas en nuestra sociedad. O por lo menos, lejos de querer invadir el intocable principio de intimidad, prohibirlas en las instituciones que estén reconocidas por el estado. El catolicismo, la Iglesia Católica, y todos sus seguidores, viven en teoría en un estado de ilegalidad porque pertenecen a una asociación que viola derechos fundamentales, trata de atentar contra la salud y no respeta el principio de igualdad. No podemos dejar que asociaciones así existan en un estado democrático. No podemos permitir que existan asociaciones que discriminen a sus miembros por cuestiones de raza o género. Basándose en la tradición esta gente no permite que las mujeres puedan presidir su propia asociación. Imaginemos una asociación entre cuya constitución se encuentre una norma que excluya a las mujeres de poder presidir la institución. O a los negros. ¿Permitiríamos que esta asociación se constituyera en nuestra sociedad? Ya hubo un problema legal en la constitución con este tema, porque el estado describe en el capítulo de las asociaciones, que se constituirán de manera democrática. Y la democracia no es sólo de hombres. Y la Iglesia Católica es una simple asociación. Es grande, sí. Pero es un asociación. Sus ideas sagradas y sus principios milenarios son para ellos, no para una sociedad democrática moderna. No me importan sus razones para creer que pueden hacer lo que hacen. No me importa que crean que les habla Dios, y que aquello en lo que creen es supremo sobre toda las cosas. Aquí cada uno piensa una cosa. No me importan las razones por las que un nazi piensa que un negro es inferior a un blanco. Seguro que pueden argumentarlo, pero en mi país tú no pones un bar donde por principios no dejas entrar a los negros, ni montas una asociación con un estamento escrito donde quede reflejado que los negros no pueden presidir tu asociación. Parece que esto es más grave. Parece que es más grave decirle a un negro que no tiene los mismos derechos que un blanco. La religión católica no deja a las mujeres tener el mismo derecho que los hombres. Pero eso no nos parece tan grave. Nos parece grave que a una mujer se le ampute el clítoris con un cuchillo, pero no nos parece tan grave que ninguna mujer tenga ni voz ni voto en el Vaticano. Y no porque los hombres las marginen, ni porque los hombres se lo pongan difícil. Porque está escrito. No pueden. ¿Vamos a permitir que esta asociación tenga poder en nuestra sociedad? ¿Vamos a respetarles? Yo no respeto ninguna idea que no respete los derechos humanos. Es la única manera de mantener vivo un estado democrático con igualdad de derechos.
Sustituye la palabra mujer por homosexual y hombre por heterosexual en lo que he dicho antes, y llegamos a la misma conclusión.
Lo que ha pasado en Madrid con la visita de Benedicto XVI es por tanto, en mi criterio, muy grave. No sólo han paralizado una ciudad entera durante una semana sin pedirnos permiso. No era una decisión de los madrileños, no venía a vernos a nosotros (eso ha quedado muy claro gracias a las banderas). ¿Por qué nos invaden sin pedirnos permiso? No sólo se ha derrochado mucha cantidad de dinero público en una asociación privada. Lo más grave, lo peor, es que se ha acogido con los brazos abiertos y una cobertura institucional completa (Casa real, gobierno autonómico y central) a una asociación que viola nuestros derechos fundamentales como estado democrático. Si ya llevan toda la vida acogidos en nuestra sociedad, dando clase en colegios públicos y recibiendo sueldos del estado, lo de la visita del Papa ya ha sido como una fiesta de esa violación. Gritan, piden a la sociedad con sus cánticos que no usemos condones cuando sabemos, el estado sabe y lo ha sabido en todos sus gobiernos, que el uso de los preservativos es esencial para la salud pública. No es una cuestión ideológica. Es salud público. Si dijeran que nos comiéramos nuestra mierda en la plaza pública, el estado no les dejaría porque atenta a la salud pública. ¿Por qué dejamos que animen a no usar el preservativo? Que piensen lo que quieran en sus casas, en sus iglesias, en sus congregaciones en el monte, en sus campamentos. Que los padres les digan lo que quieran a sus hijos. Que sean libres como yo en el espacio privado pero en ningún caso podemos acogerles en el espacio público.
Cientos de miles de personas han celebrado durante una semana en Madrid la violación de los derechos fundamentales amparados en el derecho a amar y creer en algo que ni si quiera sabemos si existe, pero que les da el derecho de no respetar la ley que juntos, como estado democrático, necesitamos para una vida libre. ¿Respeto? No, ninguno. No respeto la ablación, ni la lapidación, ni que las mujeres no puedan votar. Cuando hablamos de esos temas hay menos respeto en general. Se dice menos eso de “hay que respetar la opinión y las creencias del otro”.¿Soy un dictador? ¿Soy un radical? ¿Soy un comunista? No creo. No lo soy en ningún otro aspecto de mi vida. Simplemente no me puedo creer, no puedo creer que esto esté pasando. No me puedo creer que más de dos mil años después el ciudadano libre siga sufriendo las consecuencias del cristianismo. No me he confundido. He dicho cristianismo. Continuará.
(Cuidado con los papas buenos como Juan Pablo II. También atentan contra nuestros derechos fundamentales)