Susan y Steve se mudaron el 28 de enero del 2006, a una habitación de una casa destartalada en Tulsa. Steve acababa de salir de la cárcel. Cuando yo le conocí ya era un yonki sin aspiraciones. Era un tío grande y tenía un carácter terrible.
Susan cogía todos los días un autobús a las cinco de la mañana para ir a trabajar a Wall Mart. Steve trabajaba como obrero junto a otro expresidiario que vivía en la casa. Cuando volvía de trabajar Susan limpia la mierda y cocinaba para todos nosotros. A pesar de eso, no le caía bien a nadie. Un día vino su hijo a verla y durmió en el porche. Se había peleado con su padre y no quería volver con él. Susan no tenía nada, y el chaval pronto se reconcilió y se marchó para siempre.
Recuerdo a Susan como una mujer difícil. Bebía demasiado, y trabajaba demasiado. Su vida había sido siempre una puta mierda, y entiendo que sicológicamente era jodido compaginar su pasado con tardes relajadas leyendo en el sofá. Tenía demasiado peso sobre sus espaldas. Recuerdo que rellenaba los hielos de la nevera, y me pedía el portátil para chatear con sus amigos. Recuerdo que le gustaba reírse de vez en cuando, y de que hacía Chilli para mi amigo y para mí. Todos vivíamos en aquella casa, pero ella era la única que mantenía el orden. A pesar de todo, a todos nos caía mal.
Susan y Steve discutían muchísimo. Podían tirarse horas y horas gritándose, lanzándose objetos, y rompiéndose la crisma. A veces no podíamos dormir por los gritos. Yo tenía miedo de levantarme y decirles algo. Los ruidos no cesaban hasta que uno de los dos caía al suelo y se desvanecía. Temíamos encontrarlos muertos al día siguiente.
Meses después abandoné Tulsa y volví a Madrid. Un día Susan les dijo a los chicos que si desaparecía por la noche, llamaran a la policía. Al día siguiente Susan desapareció, pero nadie llamó a la policía. Mi amigo empezó a ganar algo más de dinero y se mudó a un lugar más agradable.
Susan sabía que Steve la iba a matar. Steve fumaba mucho crack, y Susan bebía demasiado. Cuando la conocí tenía treinta y ocho años, pero parecía ya una mujer de sesenta. Creo que a ninguno de los chicos les impactó su muerte. Aun conviven con demasiada mierda. Cada vez que pienso en Susan me acuerdo de los hielos, y del Chilli, y de cómo limpiaba el baño. Me acuerdo de las veces que nos reíamos con ella, y me siento mal, porque me da la sensación de que entre todos la dejamos morir.
Susan tosía mucho porque estaba la mayor parte del tiempo enferma. El único recuerdo que tengo de ella es su tos de fondo en un video que grabé con Cody para probar la cámara cuando la compré.
(la foto es del Larry, con arreglos míos. Somos los artistas de la espontaneidad)