domingo, 27 de abril de 2008

GENIOS DE LA COTIDIANEIDAD UNIVERSAL



Vamos hombre, no me jodas.

A ver, en serio. Te lo digo totalmente en serio. Piénsalo.

Lo pienso.

Piénsalo bien. Imagínatelo. Aquí en Salamanca, por ejemplo, una mujer de cincuenta años se levanta inesperadamente por la noche y se sienta en su cocina a fumarse un cigarro y a tomarse un café. Su marido está roncando como un hijo de puta y no puede dormir. Su hijo está en casa de su novia y la casa está en silencio. Desde la cocina no se oyen los ronquidos. La luz de la cocina es como azul, y en el patio interior respiran cientos de vecinos que duermen inconscientes. A lo mejor hay alguno despierto pero no es probable. Habrá alguno que esté medio inconsciente viendo la televisión, otro tumbado en la cama mirando al techo, pero no es lo mismo, eso no es estar despierto.

Y qué pasa.

Pues imagínate a esa mujer, tan absolutamente sola. Sola de verdad. No puede hablar con nadie, no tiene forma de comunicarse con nada. Ni si quiera puede encender la tele o la radio para no despertar a su marido. Está sola frente a sí misma. Una mujer que no suele pensar en estas cosas, pero que extrañamente se ha levantado de pronto y ha sentido la necesidad de ir a la cocina y preparase un café.

Que sí, ¿y qué?

Vale, ahora vuela lejos de allí… imagínate ahora… por ejemplo, otra mujer de cincuenta años, ítaloamericana, que está también sola en su casa de Tucson, Arizona, porque su marido está bebiendo cerveza con sus amigos en un bar. Sus hijos hace tiempo que se marcharon de casa, y no puede encender la televisión porque está estropeada. Podría llamar a alguna de sus amigas pero la mayoría están con sus familias y no cree que sea conveniente molestarla. Es católica, la familia es lo más importante, ¿entiendes?

Sí.

Y entonces, sumida en la oscuridad temprana del invierno, apaga las luces de casa para no gastar, y se va a la cocina a tomarse un café. Pon que son las ocho de la tarde, seis horas antes que en España. ¿Puedes imaginarte los dos gestos? Las dos mujeres entrando en la cocina, abriendo los armarios, y preparando el café a la vez.

Un poco surrealista.

Sí, pero espera. Dime otra ciudad.

Nueva York.

No hombre, otra que no esté en Estados Unidos.

París.

Vale. Pues imagínate a un policía corrupto mejicano que lleva toda la tarde bebiendo solitario en su pequeño apartamento de un barrio marginal. Le molesta mucho la conciencia. Abandonó a su mujer y a sus hijos y no sabe muy bien hacia dónde direccionar[1] su vida. Entonces, hacia las dos de la mañana también, completamente sudado, borracho y sumido en la oscuridad profunda de la noche…

Se levanta y se va a tomar un café a la cocina.

Sí. ¿Puedes dividir la pantalla de tu mente en tres partes?

Más o menos.

Pues imagínate a los tres en sus respectivas situaciones. Imagínate los gestos, todos hechos a la vez, fruto de la casualidad más absoluta e increíble que puedas imaginar.

¿Y qué?

Y ahora céntrate en un plano del café. Imagínate que la casualidad se vuelve tan extrema, que los tres mueven la cuchara al mismo tiempo, como si llevaran entrenando toda la vida para hacerlo igual. Imagínate que cuando lo hacen sienten algo raro, como si alguien les estuviera mirando, como si estuvieran con alguien, como si alguien entendiera que están soñando con una vida mejor, o no mejor pero quizá sencillamente distinta. Una vida diferente. Tres puntos en tres lugares alejados de la tierra que forman un triángulo, un triángulo místico que pone tres realidades paralelas en el mismo flujo temporal. ¿Y cuál es el colmo de todo esto? Las tazas, de cada uno, son souvenirs provenientes de distintos lugares de la tierra. La mujer de Salamanca, tiene una que le trajo su hermano de cuando fue a dar una conferencia a Tucson; el mejicano de París tiene una de Salamanca porque su primo, el único que servía para estudiar de la familia, pasó unos meses de Erasmus en la universidad, y la italoamericana de Tucson, tiene una taza de París que le trajo la multimillonaria para cual trabaja concinando.

¿Qué coño dices cariño?

Son los tres elegidos para comprender el mundo. La casualidad les ha regalado el entendimiento del mundo. ¿Lo comprendes? El entendimiento de la cotidianeidad universal. De que todos somos los mismos en todo momento, y repetimos la realidad y nuestros sueños como máquinas. Somos una especie universal. Una especie impersonal. Una especie que sólo conoce la originalidad como concepto artístico pero no vital. Una humanidad encerrada en sí misma. Y todo, mezclado, unido, y rebuscadamente cosido con la idea de que las identidades culturales se han podrido con el turismo. Podría pasar algo así. ¿No es fascinante?

Sí, cariño. Es fascinante.


[1] *direccionar es un palabra que no existe en castellano. No obstante, me gusta, y la dejo.

domingo, 20 de abril de 2008

ELLIS, HANEKE

- ¿Qué hacemos con el niño?

- Lo matamos.

- No.

- Pues no sé. Decide tú.

- Lo llevamos a otra ciudad. Lo dejamos en un descampado, y que lo encuentren otros.

- O que se muera de frío, o de hambre.

- Por mí vale, no sería como si le matáramos directamente. Sería como un error.

- Un error de quién.

- De la vida. Del resto, no sé. De nosotros, también, pero no sólo de nosotros.

- Podemos hacer eso. Podemos dejarle cerca de una calle principal.

- Alguien nos puede ver.

- ¿Y qué?

- Que no.

- Que no que.

- Que tiene que ser en un sitio donde no le vea nadie. Ni a él, ni a nosotros. Un sitio donde él pueda encontrar esa calle caminando, pero no pueda verla.

- Tiene tres años. El puto niño tiene tres años.

- Yo creo que tiene cuatro. Por lo menos.

- Vale. ¿Qué ciudad?

- Eso da igual. Una que esté lejos. Tampoco una conocida.

- ¿Y después?

- Después nos olvidamos y a tomar por culo.

- Qué bien.

- Sí, que bien.

- ¿Y vas a poder vivir con eso?

- Sí, por qué no.

- Deja de fumar joder.

- La semana que viene.

La semana pasada raptamos a un niño negro por hacer la coña y ahora no sabemos qué hacer con él. El niño está en el baño, the informers en mi mesilla de noche, y el vídeo de Benny debajo de mi almohada. No sé dónde anda mi musa y tampoco sé qué escribir. Vuelve, vuelve por favor.

martes, 15 de abril de 2008

EL BINAMOR Y LA DUDA


Los amantes, Lara y Manuel, duermen juntos y se levantan al día siguiente. El sol es radiante. La luna está muerta. Las paredes blancas brillan y sus ojos se abren. Hoy es el día.

Binamor es un pequeño comprimido que acaban de sacar a la venta revolucionando el amor. Su propio nombre cursi indica un poco por dónde van los tiros, pero para los que no lo conozcan, para la prensa internacional y para todas las consultas de sicólogos y siquiatras del mundo, es una gran revolución. Binamor ha revolucionado el amor, por así decirlo. Ha vuelto loco a todo el mundo, y ahora la humanidad necesita recomponerse. El gobierno medita si tomar medidas legales, pero es que los propios miembros del ejecutivo están enganchados a los efectos de la pequeña pastillita. ¿Y en qué consiste la pequeña pastillita? Es una pastilla que detecta el amor. El que la tome y esté presente delante de la persona que ama, verá como sus pupilas se desbordan con un tremendo y chillón color amarillo. Por el contrario, el que la tome delante de la persona que dice que ama, y no sufra ningún tipo de alteración en la retina, demuestra que miente y que no siente lo que dice por esa persona. Binamor aparece en los anuncios con el tremendo eslogan: “Porque hemos arreglado los problemas del mundo”. Binamor cuesta veinte euros y es cien por cien seguro en su diagnóstico. ¿Quién la ha comprado según salió a la venta? Todos los emparejados. Muchos lo niegan, pero es mentira. Todos quisieron saber la respuesta científica a si su amor y el de su pareja era verdad o no. Algunos, muy pocos, sólo los hippies, los punkies, los naturópatas y los de siempre, se negaron a violar su intimidad. Algunos modernos indies que querían transgredir dijeron que no la necesitaban, pero la tomaron. Otros no pudieron remediarlo sin más y probaron, aunque fuera por hacer la gracia, los efectos del Binamor. ¿Qué ocurrió? Se lo pueden imaginar. Matrimonios rotos, gente deprimida, y todo eso. El caos. Y por otra parte, matrimonios felices, parejas seguras de su amor eterno, y todo eso. Lo de siempre pero sin hipocresía. El problema no fue eso, el problema vino con lo que le pasó a los amantes de los que hablaba antes. Los que duermen y luego se despiertan con el brillo de la pared. Resumo.

Lara y Manuel se levantan y se sientan en la mesa del desayuno. Para ellos el Binamor es importante, no es un juego. Lo tienen puesto encima de la mesa y tienen miedo. Llevan dos años viviendo juntos y los dos últimos meses las han pasado putas porque ambos tenían dudas sobre si se querían realmente o no. Ayer por la tarde compraron el Binamor y ahora se disponen a probarlo y aclarar de una vez todas sus dudas. Nervios. Sudor. Por fin sabrán si su amor es eterno o no. Se acabaron las discusiones, el probar a otra gente, y toda esa mierda enferma de los emparejamientos. Hoy van a saber la verdad. La verdad más pura y científica que se les pueda escupir a la puta cara.

Ella toma la pastilla.

Él toma la pastilla.

Esperan diez minutos, no ocurre nada.

Esperan veinte minutos, no ocurre nada.

Él mira el prospecto, puede tardar de veinte a cuarenta minutos, o a veces incluso algo más.

Esperan quince minutos, no ocurre nada.

Esperan cinco minutos. De repente, las pupilas de él, se inundan súbitamente de un color amarillo chillón. A ella no le ocurre nada. Él empieza a llorar. Ella le coge de la mano e intenta desdoblar el prospecto para buscar explicaciones, pero está tan nerviosa que no puede cogerle de la mano y abrir el papel al mismo tiempo. Él se lleva las manos a la cara y empieza a sollozar de verdad. Ella intenta calmarse y reencontrarse consigo misma. Así que ya no está enamorada. Así que de verdad la respuesta es que no le quiere. Tensión. Pasan cinco minutos. De repente los ojos de ella se inundan brutalmente del mismo color amarillo que los ojos de él, pero parece que más fuerte, más intenso. Ella le obliga a él a mirar, se miran, se ríen, se levantan, se abrazan, y qué bonito joder, se quieren.

Pasan toda la tarde follando.

Se ponen a cenar y antes de terminar el postre ya están follando otra vez. Se les estropea el estómago pero no importa, follan otra vez.

En la cama están tan cansados que se quedan dormidos. Al día siguiente se levantan y se miran. Miran a la pared. A la ventana. Al brillo de la pared. A la mesilla, a un perro que tienen, a la alfombra. Se miran a los ojos. No hablan. No hay nada de que hablar. No hay nada sobre qué discutir. Ella se levanta al baño. Él se queda en la cama. Se tira un pedo. Oye el ruido de la cisterna e intenta disipar nervioso el olor. Ella vuelve. Él la mira. Te quiero. Yo también. Se sientan apoyados en el cabecero de la cama. ¿Seguro que no tienes dudas? Él dice que no. ¿Todo bien entonces? Todo bien. Qué gran invento el Binamor. Qué gran invento. Se ha quedado un buen día… sí… tengo que trabajar mucho… sí…

domingo, 13 de abril de 2008

HISTORIAS DE GUAPOS.

No es por la comida, ni por las plantas. Me voy porque no aguanto estar aquí. Porque las calles están vacías de historias, y los restaurantes llenos de colores. Porque el gris y el negro están de capa caída, y la elegancia también. La elegancia está de capa caída. Una buena frase para empezar el día. Para mirar a la gentuza en el metro y pensar, por no decir, cabrones, iros a la mierda. Todos sabemos de qué rabia estoy hablando. Una rabia que echo de menos porque sí. Porque ya no soy el mismo. El mismo ser enfermo que hablaba de sexo y se ponía un mantel en la cabeza para escribir y poder ahuyentar a las fantasmas que me robaban la inspiración. Un mantel de cuadros rojos. Precioso, como muy francés. Como si fueran a caerle encima un montón de espaguetis, o macarrones, sí, eran macarrones.

No sé cómo abordar esta historia. Os propongo el planteamiento y vosotros me ayudáis con lo demás. A ver. Se trata de un tipo que todos los días conduce por la misma autopista para ir a su curro. Es un tramo muy vacío porque siempre lo recorre a las seis de la mañana. La autopista bordea un poblacho de chabolas donde van muchos yonkis a comprar droga, y a veces nuestro querido amigo ve desde el coche a algún yonki caminando por el arcén de la autopista. Los primeros días sencillamente les mira a las caras, pero poco a poco se va gestando dentro de él una descabellada idea. Nuestro prota es de estos tíos muy guapos, un ejecutivo de acción que ha perdido la ilusión y necesita un aliciente. Total, lo típico, mucha tensión al volante y todo eso y de repente pum. Casi sin darse cuenta se mete en el arcén y se lleva por delante a un yonki. Nadie le ve. Pasan las semanas y no ve noticias en ninguna parte, nadie habla de nada. A través de algunos contactos se entera de que nadie ha denunciado y se siente tentado a hacerlo otra vez. Por supuesto no se lo cuenta a nadie. Y entonces se empieza a cargar regularmente a yonkis en los distintos tramos de los arcenes de la autopista. ¿En qué más podría degenerar esto? ¿Podría ser una buena historia? Ya, ya, Dexter. Pero yo quiero que esté más enfocado al tema de… que divertido cargarse a yonkis sin que nadie pueda darse cuenta. Bueno, no sé. Domingo. No se me puede pedir más, y menos en el estado en el que estoy. Creo que lucho por ser alguien que no soy.
El ejecutivo de acción ese, por ejemplo.

lunes, 7 de abril de 2008

PERDÓN, UN POCO DE EQUILIBRIO

Joder que día más de puta madre. Hemos paseado por el paseo del río toda la mañana. Hemos hecho el amor entre unos arbustos, nos hemos confesado cosas que pensábamos que nunca nos íbamos a confesar… Hemos comprado un helado de chocolate, se lo hemos estampado a una niña en la cara y hemos salido corriendo. Nos hemos descojonado porque la niña se ha puesto a llorar y su madre no ha podido callarla. No somos malos. Estamos enamorados y hacemos cosas de esas. ¿Quién nos puede culpar?

Y después hemos cogido un avión y nos hemos ido a Malibú. Hemos visto los cuerpos hermosos y morenos de las chicas y los chicos y después hemos tenido fantasías sexuales. Yo se las contaba a ella. Ella me las contaba a mí. Joder sí, jugábamos y esas cosas que se hacen con los cuerpos. No todo es penetración. A veces es imposible. Hemos inventado palabras para decir masturbación. Crucisexión. Intersexión. Manibración. Dedaísmo. Ese juego no nos ha gustado y hemos pasado a otro. El de matar a la gente. Hemos comprado una pequeña pistola y hemos matado a una abuela de un tiro en la cabeza. Ella ha querido cortarla y llevársela a casa. La tenemos puesta encima de la mesa, con una vela encajada en el agujero de bala que tiene en el cráneo. Cuando encendemos la vela la cera le resbala por la frente y empieza a tapar los ojos abiertos y muertos de la abuela. Cuando llega a la boca arrugada y se mezcla con el carmín de los labios la cera se vuelve rosa. Ella se ríe. Es una chica maravillosa. Está un poco loca pero estoy enamorado de ella hasta las trancas.

Ha sido el mejor día de mi vida. Hemos bebido sangre y nos hemos contagiado el SIDA pero mejor, así ya no tenemos por qué tomar precauciones para nada. Follamos sin condón. Ella me ha dicho que si se queda embarazada le dispare a la tripa, y yo le he prometido que así lo haré. Nos miramos a los ojos. ¿Me lo prometes de verdad? Sí, te lo prometo de verdad. Sus ojos se acercan más y más, y yo lo que siento es inexplicable. Inexplicable de verdad.

El amor contradice todo lo demás. Yo sigo la lucha, y ella en el fondo también.

jueves, 3 de abril de 2008

RUEDO

Ruedo por la cama y caigo al suelo. No sé por qué he hecho eso. Miguel está despierto y se sienta en el borde de su lado. Bosteza. Me pregunta que si estoy bien y le digo que sí. Suena el despertador. Es el segundo día que nos despertamos antes de que suene. Miguel se levanta por fin y se va al baño. Cierra la puerta. Yo me levanto del suelo y voy a la cocina. Cojo un par de tazas, las lleno de leche y las meto en el microondas. Son las siete y media, aún es de noche pero se oyen coches en la calle. El mundo está en pie. Me siento en la mesa y miro el contador. Le queda aproximadamente minuto y medio para pitar. Miguel sigue en el baño. Espero. Un segundo antes de que pite abro la puerta. La vida está llena de pitidos. Me gusta luchar por ahorrarme todos los posibles. Pongo la radio. Miguel entra en la cocina y se sienta a mi lado. Me pone la mano en la pierna y vuelve a bostezar. Huelo su aliento, y casi sus manos. Hemos desarrollado un olor corporal mutuo. Olemos igual. En la radio están sonando las noticias. El locutor cuenta que un hombre ayer se dejó a su pequeño bebé metido en el coche seis horas en un parquing al aire libre. Cuando volvió se lo encontró asfixiado. Esta mañana han encontrado al hombre muerto, y no saben si se suicidó o lo mató su mujer. Miguel me pregunta que hubiera hecho yo si él se hubiera dejado a nuestro bebé en el coche. Yo le digo que eso a nosotros nos da igual porque no pienso tener hijos. ¿Por qué no? Me dice. Porque no quiero, me parece absurdo. Miguel bebe lentamente su café y mira a la pared. Una pared fea. Después se enciende un cigarro y el humo que expulsa contra la pared rebota y me pega en la cara. Por eso, le digo, porque fumas, porque bebes, porque no eres un padre. Me dice que le da igual y que ya no quiere hablar de esto. También me dice que ayer le hice daño. ¿Has tenido problemas? Sí, por eso se ha tirado tanto tiempo en el baño, porque tiene el culo destrozado. Le digo que lo siento. Miguel se termina el café de un trago y tira la colilla en la taza. Sabe perfectamente que hay pocas cosas que me duelan más que eso. Le oigo volver al baño. Tiene que estar exagerando. Me levanto y me acerco. Llamo a la puerta. He puesto el cerrojo ¿Por qué no me dejas pasar? Porque no quiero. Lo siento, no quería hacerte daño. La próxima vez lo pruebas con tu puta madre. Creo que está sufriendo de verdad. Me siento muy mal. Dejo caer mi culo en el suelo y apoyo mi espalda en la puerta.

- Hay veces que tú también me has hecho daño a mí.
- Quiero tener un hijo.
- Yo no.
- Pues entonces…
- ¿Entonces qué? ¿Te buscas a otro que lo quiera adoptar o lo adoptas tú solo?
- Lo adopto yo solo y luego me busco a alguien que lo quiera cuidar conmigo.

La voz de Miguel suena angustiosa metida dentro del baño. De pronto la puerta se abre un poco empujándome, Miguel lanza sus calzoncillos e inmediatamente vuelve a cerrar poniendo el cerrojo. Casi no me da tiempo a reaccionar. Cojo la prenda y la miro. Tiene pequeñas manchas de sangres, nada grave.

- No es para tanto.
- A lo mejor fumo demasiado pero yo nunca me dejaría a un bebé encerrado en un coche.

martes, 1 de abril de 2008

NOCHE DE GALA

Whisky en mi estómago. Yo siempre digo que prefiero el bourbon. El scotch me sienta peor. Viva el southern rock y las rubias con sombrero en salas de billar protegiendo a sus hombres de amenazas.

Hay quien dice que hablo mucho de mí. Joder es la única persona que conozco. A los demás los veo en otras dimensiones, y soy sincero con ese sentimiento. Pero qué mierda. No siempre se pueden contar historias, aunque se debería. A veces lo mejor es hablar de uno mismo, aunque sea para uno mismo.

Ilusiones frustradas. Uno se da cuenta de quien manda y de cómo sus caprichos destrozan las ilusiones de los demás. Qué coño, vivimos en un mundo injusto. Los que se lo merecen no reciben los premios. Los niños en África se mueren de hambre. Yo redescubro los sentimientos. Es un mundo injusto. Putos desequilibrados. Dejadme en paz. Sería feliz si no sintiera nada. Que le jodan a eso de entre el dolor y la nada prefiero el dolor. Soy un niño feliz. Sonreídme. Lo tengo todo. Soy un niño feliz, me lo han dado todo. Quiero algo que no me hayan dado. Quiero darme algo a mí mismo.

Relatos, no me jodas. Historias, vete a la mierda. Eso es. Principio nudo y desenlace. Chico conoce a chica. Ciudadano Kane y Rosamary Baby.

Ahora sí que puedo decir lo que quiero. El único afectado soy yo. Iba a colgar un relato de un estudiante de periodismo. Una especie de sátira hacia todos los que quieren ser lo que yo no quiero. Egoísta, y triunfalista. Más egoísta y triunfalista que esto nada. Pero bueno, más sincero tampoco.

Antes de vomitar yo me desnudo, ¿y tú qué haces? Antes de vomitar me pongo hasta el culo. ¿Tú qué haces? ¿Meterte en la cama? Yo no tengo sueño. Y le voy a dar a enviar o lo que sea, o publicar, o lo que sea, o esa especie de trampa que nos engancha a la red. Y si me quiero morir, aunque no tenga ningún motivo, aunque sea una puta reminiscencia de la adolescencia, pues lo voy a decir. Y si tengo que decir cualquier otra cosa, la quiero decir. Y luego lo leeré, y diré, yo no quería decir esto. Pero es que coño, si nadie me entiende así entonces debería dedicarme a otra cosa. Algo en lo que pueda decir basta, ahora sí, ahora no. Ahora voy a ser el tipo que te vende la moto, y luego no, luego voy a meterme en mi mierda y que me saquen otros.

Ser fácil para mí es aburrido. Si yo me divierto conmigo, es suficiente. Si tú no te diviertes conmigo entonces debería dedicarme a otra cosa. Aún hay tiempo para rectificar, para venderse, para tirar las ilusiones a la basura en festivales de mierda donde aún se sigue premiando la ecología. Qué nos pasa. Piénsalo, yo lo pienso. Lo pienso mientras espero a un autobús nocturno en una calle vacía. Qué nos pasa.