martes, 15 de febrero de 2011

Sobre su pérdida de fe en la masturbación y todo lo que ello conlleva

No quiere a nadie ahora mismo. No ve a nadie. Ni si quiera está borracho. Está solo. Todo el mundo escribe como él. La gente tiende a poetizar su realidad. Qué bien nos han enseñado a escribir. Todo el mundo es sincero. Él piensa que es sincero, pero no lo es. Miente a todo el mundo. Cuando dice que siente algo, no lo siente. Si por ejemplo manda un mensaje diciendo me acuerdo de ti, es mentira. No se acuerda de ti. Cree que en la causa y efecto. Ha creado un gran circo a su alrededor. No lee lo que dice que lee. No escribe lo que dice que escribe. No bebe lo que dice que bebe. No folla lo que dice que folla. El otro día se compró una botella de vino. Cuando llegó a casa estaba moqueando. Se hizo una paja y se corrió en dos minutos. Cuando habla de la masturbación la ensalza. Luego es todo mentira. Sus pajas son bastante asépticas. Busca en redutbe videos de mujeres que chupan culos y su cara se desencaja mientras se masturba. Como cualquier otro. Para él ya no existe el amor a sí mismo. Piensa que el sexo ha perdido forma. Se masturba si se aburre. Cree que ya no sabe follar como antes. Que la edad le está maltratando. Antes tocaba el piano en la espalda de su chica, cuando era adolescente. La música estaba puesta en el salón muy alta, cualquier música donde hubiera un piano. Ella era inexperta y estaba desnuda en la cama y él ponía los dedos en su espalda como si hubiera un piano. Y ella no lo entendía pero disfrutaba de su excentricidad. Él disfrutaba aprendiendo sobre la piel de una mujer. Algo con lo que había soñado pero no había conocido nunca. Ahora ya no entiende esa piel. Su brillo no le despierta interés. Piensa en pieles, en mujeres, en labios. No le motiva el cuerpo de las mujeres que conoce. Ellas no le entienden a él. A veces de repente huele a alguien en el metro pero es imposible. Jura no volver a masturbarse hasta que el cuerpo le lance hacia el acto en sí. Hasta que sea imposible contenerse. Si el sexo es realmente un cimiento en su vida, si de verdad no puede dejarlo de lado, si le obsesiona su olor, si de verdad en soledad ha tenido noches de gran esplendor donde ha conocido límites en su cuerpo que jamás le contaría a nadie, si todo eso es cierto, debe recuperarlo. Porque ahora no sabe donde está. Porque ya no lee lo que dice que lee, ni folla lo que dice que folla, ni escribe lo que dice que escribe. Desde que se respeta menos a sí mismo respeta menos el sexo en sí. Se hace el misionero como si fuera una puta y siempre queda insatisfecho. Y es un hombre. Pero su cuerpo tiene un valor. A ver si deja de mentir.

martes, 8 de febrero de 2011

Una proposición de Marta y Lucía


Marta tenía un jardín pequeño lleno de flores blancas. Algunas tardes ella y Lucía se juntaban y se sentaban en el jardín. Se sentaban sobre sus faldas y hablaban de sus sueños. Hablaban de buscar un hombre que les abrazara. Un hombre que oliera a camisa limpia por las mañanas y a camisa sucia por las noches. Un hombre con las manos grandes y duras que pudiera levantar muebles, que pudiera abrazar a sus hijos y sentir que estaban a salvo. Marta y Lucía soñaban tanto con ese hombre que han venido a verme. Yo vivo en un apartamento muy pequeño. Es un lugar sin mucha decoración. Tengo muy pocos libros porque cuando mi madre murió y me pude por fin marchar de casa dejé casi todo lo que tenía allí. Me marché corriendo. Marta y Lucía siempre que vienen a casa se sienten un poco vacías. Ellas están acostumbradas a las flores blancas de la casa de Marta y desean color. No hay color en mi casa. Pero ellas quieren un hombre. Yo soy un hombre. Marta y Lucía hablan conmigo. Me preguntan si sería capaz de acostumbrarme a alguna de las dos. Ninguno de los tres somos perfectos, argumentan. No somos excesivamente guapos, ni excesivamente listos. No somos excesivamente creativos y la gente no disfruta excesivamente de nuestra conversación. Sólo queremos disfrutar del placer de llegar y sentirnos mutuamente por la noche, escucharnos, olernos, tocarnos, hacer ocasionalmente el amor sin ningún tipo de presión. ¿Qué te parece? A mí me parece bien, les respondo. La verdad es que estoy un poco solo yo también. Necesito que me acaricien, necesito poder llamar a alguien, sentir que alguien al otro lado del teléfono se alegra de escuchar mi voz. Necesito que alguien se preocupe por saber dónde estoy, que alguien me busque, que alguien se sienta más seguro cuando sepa que estoy a salvo. Alguien con quien ocupar el típico plan de viernes. Perfecto, me dice Marta, elige entonces. Marta y Lucía me miran esperando que elija. Marta tiene unos pechos bastante grandes pero por otro lado su sonrisa es más estúpida que la de Lucía. Lucía es un poquito más inteligente que Marta pero Marta vive la vida con más intensidad. Mi experiencia me recuerda que las mujeres muy inteligentes chocan con mi personalidad pero sin embargo Lucía tampoco es tan inteligente. Decido cerrar los ojos durante dos segundos. Las dos están sentadas muy juntas en un sofá que hay colocado justo enfrente de donde estoy yo. Cierro los ojos dos segundos y decido que la primera que vea cuando los vuelva a abrir será mi nueva compañera sentimental. Abro los ojos y veo a Marta. Tú Marta. Te elijo a ti. Lucía se alegra, nos da dos besos y se marcha. Hago la maleta y me marcho con Marta. Tampoco llevo demasiadas cosas. Al llegar a casa me fijo en las flores blancas. Bueno, puedo vivir con eso.

Han pasado unos meses y no puedo evitar desear a Lucía cuando viene a casa y habla con Marta sentada sobre las flores del jardín. Ellas hablan sobre lo felices que serían si tuvieran más libertad. Sobre la frescura de la vida cuando te enfrentas a ella y sólo te tienes a ti mismo. A mí esa libertad no me preocupa. Pero quiero follarme a Lucía con todas mis fuerzas.