miércoles, 25 de junio de 2008

COMIN´ FROM HELL TO BREAKFAST

Joad dice: Bloguero, fotologuero, te estamos mirando a ti.


(Texto censurado)

“Well I get off there. Sure, I know you´re wettin´ your pants to know what I done. I ain´t a guy to let you down” (…) Joad leaned toward the driver. “Homicide” he said quickly “That´s a big word -- means I killed a guy. Seven years. I´m sprung in four for keepin´my nose clean”. (…) “So long fella. You been a good guy. But look, when you been in stir a little while, you can smell a question comin´ from hell to breakfast. You telegraphed yours the first time you opened your trap. Thanks for the lift”.

(Texto censurado)

miércoles, 18 de junio de 2008

TULSA, CIUDAD DE LUCHA



Esta mañana me aburría estudiando, y he estado viendo índices de criminalidad en Estados Unidos. Se miden por número de crímenes cada cien mil habitantes. Hay una página en la que puedes comparar una ciudad con otra. Y luego en la wiki, se encuentra la gran lista de las ciudades más peligrosas del país. La primera, Detroit (Michigan) con 418 asesinatos en 2006. Inevitablemente he estado comparando Tulsa con algunas ciudades. Es la número 27 en la lista de ciudades más peligrosas de Estados Unidos. Para hallar esta lista se hace una media con todos los delitos. Pero comparando Tulsa con otras ciudades, me he dado cuenta de que por índice, se dan llamativamente más violaciones en Tulsa que en otras. Entonces he recurrido a datos objetivos y he hecho mi propia lista. Éstas son las ciudades con más violaciones por cada 100.000 habitantes de todo Estados Unidos.


1. Cleveland (Ohio) 98/100.000

2. Baltimore, (Maryland) 97/100.000
3. Anchorage, (Alaska) 89/100.000
4. Columbus (Ohio) 80/100.000
5. Okland (California) 76/100.000
6. Tulsa (Oklahoma) 74/100.000

Curiosamente, ciudades como Los Angeles o Nueva York se encontrarían muy por debajo en esta lista de índices de violaciones.


Los Angeles (California) 27/100.000
New York. (New York) 13/100.000

En asesinatos, Tulsa no es la puntera, pero no se queda atrás. Por ejemplo comparándola con Nueva York...


Tulsa. 13,7 asesinatos cada 100.000 habitantes.
New York. 7,3 asesinatos cada 100.000 habitantes.

En Tulsa tenemos que estar orgullosos joder. Para ser una ciudad de 300.000 habitantes, tenemos más mierda morbosa enferma cada cien mil que muchas otras que siempre se han creído mejores como Nueva York, Los Angeles, o Chicago.


Si queréis comparar, en plan freak como yo, índices de criminalidad de ciudades norteamericanas... pinchar aqui.

miércoles, 11 de junio de 2008

LOS YONQUIS SE CUIDAN MEJOR


Un día especialmente difícil, de esos que empiezan una comedia romántica sobre un tipo que está en su oficina y odia a su mujer y a sus hijos. Seguro que funciona. Seguro que funciono. Pero hoy ha sido un día especialmente difícil. Si hay algo que odio es cuando veo una película y alguien dice “¿Tienes por ahí los informes?”. Es un recurso muy típico para dar a entender que estas en una oficina ¿verdad? Interior. Día. Oficinas de una empresa. Un joven ejecutivo, jefe de planta, se acerca a John. Ejecutivo: John, ¿tienes ya los informes? John, que está mirando por la ventana, se sobresalta. John: No. Todavía no. El jefe se marcha enfadado y John mira a cámara. John (off) Tengo cuarenta años, no soy nadie, me quiero morir. No, vamos a ver, no tienes por qué escribir eso. No escribas eso. Haz otra película. No sabes lo que es un informe. Tú, jodido guionista, no sabes nada de nadie. No sabes lo que es decirle a tu jefe que todavía no tienes los informes, no sabes lo que es sentir que tienes cuarenta años y tu vida no vale una mierda porque no tienes cuarenta años y porque tu vida vale por lo menos el oscar al mejor guión original o por lo menos los ochenta mil dólares que vas a ganar por escribir un puto guión de mierda que habla sobre el inexistencialismo desde un existencialismo tan poderoso como lo es el de cualquier escritor de mierda que se cree superior para hablar de cualquier cosa. Las cosas no son así. Voy a matar al próximo guionista que ponga la palabra informe en su guión por ser tan patético. Porque no es capaz de decir otra cosa para que nos enteremos todos de que estamos en una oficina.

Ha sido un día especialmente difícil porque estaba trabajando precisamente en varios informes de contabilidad para mi jefe guapo, atractivo y adicto a las mujeres, cuando he recibido una llamada de mi hermana. Al trabajo. Una llamada de mi hermana al trabajo. Mi hermana nunca me llama.

- Jorge Luis, acaba de llamar papá desde el hospital. Le han dicho que tiene el SIDA.

Me llamo Jorge. Mi hermana, digo mi madre, la muy puta, me puso Jorge Luis por su padre que se llamaba Luis Alberto. Odio que me llamen Jorge Luis. La única persona que me llama Jorge Luis es mi hermana. Me llamo Jorge, y mi padre tiene SIDA.

Inmediatamente vamos al hospital y vemos a mi padre sentado en una mesa de la cafetería, comiéndose un bollo. Papá. ¿Qué coño hacéis aquí? Papá, ¿estás bien? Que sí, joder, todavía no me he muerto. El trayecto a casa es bastante silencioso. Yo conduzco, mi padre mira por la ventana. Parecía un tipo sano. Tiene setenta años. Arregla los lavabos y mi coche cuando se jode. Es un hombre que funciona con las manos. Cuando llegamos a casa, mi padre se pone a abrir el correo y nos mira como preguntándonos qué coño nos pasa. Es mi hermana quien hace la pregunta crucial.

- ¿Pero cómo te lo has cogido?

- Me he clavado una jeringuilla.

- ¿Dónde? – pregunto.

- En el parque.

- ¿Cómo?

- No seáis morbosos. Me la he clavado y punto.

- ¿En qué parque?

- En uno que hay en Moratalaz.

- ¿Y qué hacías tú en Moratalaz?

- Me habían dicho que por allí había muchas jeringuillas.

- Papá por favor, explícate.

- La primera vez fui allí y me clavé alguna jeringuilla que vi por el suelo.

- ¿Pero por qué fuíste allí?

- Porque me habían dicho que aquello era un nido de jeringuillas.

- Papá, igual es que no te estás explicando bien, pero tal y como te expresas – voy con calma, quiero entender al pobre viejo – parece que QUERÍAS clavarte una jeringuilla.

- Exactamente es eso lo que pretendo decir.

- ¡¿Por qué?!

- ¿Por qué no? ¿Eh? ¿Lo tengo que explicar todo?

Mi hermana se pone a llorar. Yo me siento en un sofá y respiro. Mi madre se murió hace diez años. Intento relacionar esto con el trastorno de mi padre.

- Papá, explícate desde el principio.

- Quería tener el SIDA. Busqué un parque, lo encontré, me clavé varias jeringuillas, y no me pasó nada.

- No te pasó nada.

- No. Al parecer el virus muere en seguida, tiene que ser un contacto directo.

- ¿Y qué hiciste?

- Esperé a ver un yonqui y le pedí su jeringuilla.

- No me lo puedo creer. No me lo puedo creer.

- ¿Sabéis qué es muy curioso? Hay muchos menos yonquis con SIDA de lo que parece. Realmente me ha costado encontrar uno que me lo pudiera pegar. Me imagino que ahora se cuidan más.

- Papá ¿por qué querías cogerte el SIDA?

domingo, 1 de junio de 2008

CINEPAD 6000


Tiene el tamaño de un toro y se llama arrogancia. La necesito. Cuando veo, cuando escucho, cuando me pongo delante de las personas. Para escupir, para sangrar, para no ser como los demás, para levantarme en un podio de oro y ponerme una medalla. Para dejar de escuchar las ovaciones y sentirme menos afortunado.

Es una casa grande, un típico chalet bonito y bien decorado en medio del campo. Hay una piscina y un jardín, y miedo a que alguien entre te robe y te viole. Si rodaran una película en la piscina, de noche, el jardín se llenaría de grandes focos. Cinepads de seis mil y tres mil reflejados en banderas blancas gigantes. El jardín de noche sería amarillo y el cielo negro, más negro que nunca. Y si no hubiera nadie y sólo quedaran los focos sería enigmático, pero estamos solos, ella y yo. Sin focos, sin película, sin cielo negro. El cielo es negro pero está estrellado, como en las poesías de Neruda pero sin tanto amor. Somos dos jóvenes que creemos en el amor podrido. Ella y yo. Dos jóvenes que hemos construido nuestra felicidad en fútiles inventos como la pantalla plana o el anillo vibrador.

- Pon una peli.

- ¿Qué peli?

- No sé. Una que no haya que pensar.

- ¿Cuál hay ahí?

- Míralo tú.

Y debajo de la tele gigante plana hay un montón de DVD´s apilados. Ofertas. Clásicos irresistibles. Río bravo. No. ¿Por qué? Oeste. Uy no. Claro que no, por eso te lo decía. Y seguimos mirando. La novena puerta. ¿De quién es? Sale Johnny Depp. Venga ponla. Y es de Roman Polansky. ¿El del pianista? Ponla.

Nos quedamos dormidos.

Me levanto y voy al baño. La televisión se ha apagado sola y no se ve nada. Cuando enciendo la luz del baño ilumino parte del pasillo. Bonito sí. Podría hacer un corto y poner algo así. Una luz que atraviese el baño e ilumine parte del pasillo. Quedaría bien. Es interesante. Podría apuntarlo en mi moleskine. Cuando apago la luz del baño oscuridad total. Se me ocurre la brillante idea de asustarla. La casa es de ella, de sus padres. Siempre me dijo que le había dado miedo. Y más de noche. Puedo esconderme detrás del sofá y esperar a que se despierte. Cuando abra los ojos y quiera irse a dormir a la habitación no me encontrará y se pondrá nerviosa. Empezará a dar vueltas. Puedo apagar los plomos para que no pueda encender ninguna luz. Apago los plomos, me coloco detrás del sofá. Espero. No ocurre nada. Espero diez minutos, no se despierta. Empujo el sofá un poquito, a ver si vuelve en sí. Nada. Empiezo a hacer ruidos oscuros, muy meditados y calibrados para que no parezcan una farsa. Cada vez los hago más altos. No ocurre nada. La chica no se despierta. Hija de puta. Duerme como un puto elefante. Cansado de esperar (ha pasado media hora) le doy una hostia al sofá y la chica cae al suelo como si fuera un plomo. Me levanto. Me acerco a su cuerpo tirado en el suelo. La zarandeo. Lucía. Lucía. Lucía. ¡Lucía, Lucía, Lucía! Nada. Estoy nervioso. Fijo que me está devolviendo la broma. Se ha dado cuenta de lo que iba a hacer y me está devolviendo la broma. La única luz que ilumina la habitación es la del brillo rojo del pequeño piloto de Stand by de la tele. Lucía acepto la derrota. Estoy acojonado. Abre los ojos. Y Lucía no abre los ojos. No puedo encender las luces, los plomos están apagados. Tengo miedo. Muchísimo miedo. Ella no hace ningún ruido. Si acerco mi oreja a su corazón y es una broma quedaré como el más tonto del mundo. Pero tengo miedo. Tengo que hacerlo. Acerco mi oreja a su corazón y escucho. No se oye nada, nada. No palpita. No puede ser. La levanto y la pongo en el sofá, y pesa muchísimo. Acerco mi oreja de nuevo. Nada. Aprieto mis dedos en su cuello, buscando el pulso. Está fría. Le abro los ojos. Nada. Te voy a escupir en la boca si no terminas con esta broma ya. Apoyo todo su cuerpo en el sofá haciendo un gran esfuerzo y e inclino mi cabeza frente a la suya. La abro la boca. No respira. Tiene que respirar. Sus pulmones no se mueven. Es mentira, es mentira. Lucía te voy a escupir en la boca. Hago un esfuerzo y saco de mis pulmones enfermos un moco verde y pastoso. A duras penas, gangoso, le digo que le voy a escupir una flema verde del tamaño de una pera en su boca. Lucía no responde. Escupo la flema verde que cae en su boca, resbala por su lengua y se pierde en su garganta. Lucía está muerta. Ni un solo gesto, nada.

Han pasado las horas. Tengo tanto miedo y estoy tan perdido que no puedo levantarme a poner los fusiles. Tengo que esperar. Muerto de miedo, muerto de ella, muerto de todo. Me quiero morir. Ella está muerta. Estoy con un cadáver.

Los médicos la han diagnosticado muerte súbita. Su familia no me recrimina nada, pero no me quiere ver. Su hija se ha muerto de repente. No hay explicación. Y ha sido conmigo en su casa del campo. Todos muertos de miedo. No de tristeza, de miedo. No nos queremos morir.