(Quizá es un poco largo, para sacar algo quizá no hace falta leerlo entero, ni de principio a fin. La verdad es que no es un texto para un blog. Ya sé que en la red no hay mucho tiempo, pero bueno, invito a coger un párrafo al azar, o lo que sea)
(...)
- Esto es otra cosa. Estoy contando una historia. Cuando cuentas una historia no te limitas a contar la realidad. La inflas con lo que quieres para que los demás la sientan como tú la has sentido. Es lo que diferencia a un telediario de una película, o a una novela de un periódico. Ambos son reflejos de la realidad. Unos exactos, entre comillas, y otros sentidos, también entre comillas.
- Esta noche me ha bajado la regla.
Levanto mi mano derecha.
- Ya lo sé. Tengo las manos llenas de sangre.
- ¿Ya te habías dado cuenta?
- Sí.
- Tienes manchada la cara también. Y el cuello.
- Sí, pero no me importa.
- Tienes las sábanas manchadas también.
- Tampoco me importa.
- Ni si quieras sabes como me llamo.
- Tampoco me importa.
Salgo del baño y dejo que se duche. Voy a mi cuarto y observo las sábanas. La almohada también está manchada, pero no entiendo muy bien por qué. No pasa nada. Te cuento un secreto. Es una de mis perversiones.
- ¿Te vas?
- Sí, qué quieres que haga.
- Que te quedes.
- Has dicho que no te importa.
- Yo no he dicho eso. Bésame.
- Tienes la cara manchada de sangre.
- Si a mí no me importa a ti tampoco te debería importar. Al fin y al cabo es tu sangre.
- ¿Seguro que no te importa?
- En absoluto, todo lo contrario.
- Eres un poco raro, pero me gustas.
Me empuja en la cama y empieza a lamer mi cara. La sangre se mezcla con la saliba y el olor es excitante. Después nos besamos. Nuestras lenguas se hacen un lío. No nos importa la suciedad de nuestras bocas, el sabor de una noche entera follando, la intimidad abrasada en dientes y encías.
- ¿Te gusta?
- Me encanta.
- ¿Quieres comérmelo?
- Sí.
Seeing other people. La música terminó hace mucho tiempo, pero tenemos todo lo anterior. Salgo de mi letargo como guionista trágico dramático de vidas familiares y ahora hablo con total libertad. Vino en los vasos y besos con queso. Alguna vela y una cama gigante en una habitación minúscula. Casi es imposible abrir la puerta por el colchón. Todo lo inhunda la cama y como consecuencia todo lo inhundamos nosotros. Felicidad es una palabra que pesa mucho pero puede llegar a tener un significado real en algunos momentos. Este es uno de ellos. Con menstruación o sin menstruación follamos como animales y ahora descanso para fumarme un cigarro y beber un poco de vino. Ella está encima de mí. Todavía no me he salido, sigo dentro. No usamos condón porque ella toma la píldora y ambos confiamos en los resultados de los últimos análisis del otro. No es sexo seguro pero es sexo seguro. Se lo digo y se ríe. Soy bastante inútil haciendo bromas pero eso hace que ellas se rían de lo tonto que soy y el resultado es prácticamente el mismo. Jugamos a estar enamorados como dos tontos. Temo que no signifique nada para ella pero desde luego este no es el momento para preguntar.
- Me gusta tenerte dentro de mí. Me gusta sentirme mojada por dentro.
- ¿Sientes algo por mí?
Joder. Por qué.
- No lo sé. Es un poco pronto. Pero me gusta que estés aquí, y que no te vayas a ir. Y eso ya es algo. ¿No?
- Sí.
- ¿Qué pasa que tú sientes algo por mí?
- Te echaba mucho de menos. Sólo era eso.
- Es normal. Tenemos algo, no sé el qué. Algo que hace que parezca que nos conocemos y que tenemos mucha confianza. Por eso me echas de menos. Porque esto no pasa casi nunca.
Esto sí que es imposible. Nos miramos. Ella se mira el coño y empieza a cerrar los ojos y abrir la boca.
- No me lo puedo creer.
- Yo tampoco (le digo)
Ella se empieza a mover ante la erección repentina, lentamente, animando a que termine de levantarse. Yo casi no puedo moverme. El dolor recorre mi cuerpo, pero es un dolor que me llena hasta dentro y que me recuerda que estoy vivo. Es el dolor de la vida, un dolor que se agradece cuando no queda nada. Estamos follando otra vez. El semen que hay dentro de ella hace de lubricante y tan sólo siento unas pequeñas cosquillas que soy incapaz de ignorar. Son unas pequeñas cosquillas placenteras que obligan a mi torso a arquearse y buscar la respiración sobre los pechos de ella, que se bajan para ahogarme. Meto en mi boca sus pequeños pezones y ella aprieta mi cabeza fuerte contra su pecho. Quiero ahogarme. La punta de mi polla choca brutalmente contra su fondo y hace que se estremezca y me busque la boca con los labios. Es el mismo sabor a saliba, a boca sucia, a labios partidos y heridos por una larga mamada, a dientes clavados en las encias y uñas que buscan surcos imposibles en la espalda. The times they are a-changing. Acordes potentes para un polvo que se hace cada vez más violento. Grita con fuerza y sacude mi cabeza, pero aún no se ha corrido y salta sobre mí golpeando mi cabeza contra el cabecero de la cama varias veces. A punto estoy de desmayarme pero el placer me mantiene despierto y la adrenalina me da oxigeno para seguir follando. Más rápido, más rápido, se apoya hacia atrás y mueve el culo sobre mí a una velocidad que me asusta y me coge una mano y me mete uno de mis dedos en su culo y dice que apriete fuerte y empieza a sentir convulsiones y yo empiezo a perderme en un mundo que casi desconozco si me preguntan por mi nombre no sé cuál es y desde luego casi prefiero olvidar todo. Grita con muchísima fuerza y con un sonido que yo no había oído nunca y me parece que se va a morir y justo ella me dice me voy a morir me voy a morir y de repente se corre brutalmente y me empapa y antes de que pueda decir nada se levanta baja hasta mis piernas y empieza a comerme la polla. Noto que aún siente convulsiones y además sigue gimiendo como si la hubiera poseído un diablo, gemidos guturales con la boca llena que inhundan la habitación de sombras oscuras y ecos antinaturales. Es un ambiente muy oscuro y no vuelvo a la realidad hasta que termino de explotar en su boca. Ella sube hasta mí y empieza a besarme y nos fundimos en nuestros propios fluidos hasta que no queda aire ni pasión ni nada y poco a poco empezamos a morirnos hasta que no nos queda saliba en la boca y nos tumbamos e intentamos reconstruirnos buscando nuestras piezas entre las sábanas. Me llevo la mano a la parte anterior de mi cabeza y descubro sangre en mis dedos. Me giro y veo una mancha de sangre en el cabecero de la cama. Fundido a negro.
Joder, un hospital. Me quiero hundir en la mayor miseria y morirme. ¿Por qué no estoy muerto? Mi madre, mi padre, y mi hermano. Algún agente vestido de negro. Una habitación blanca tan real como la vida misma. ¿Por qué no estoy muerto? Mi madre me mira llorando, se lo digo a ella, en voz alta, con la cara muy seria, lo más seria que puedo y debe asustarla porque me acabo de despertar de una especie de coma o algo así.
- ¿Por qué no estoy muerto?
- ¿Qué dices hijo?
- Quiero estar muerto.