miércoles, 27 de abril de 2011

Mi condena

Tiene los ojos pequeños. Creo. No siento el mismo olor en las manos. En el cuerpo. Razonablemente, es insensata. Se me escapa. Pocas veces arriesgo tanto, y sin embargo, solo puedo mirar. Hoy por ejemplo, un hombre en el ascensor me hablaba de ella. Recalcamos entre los dos su silencio puro, su inocencia particular. El hombre me olía las manos y me decía que no le recordaban a ella. A mí tampoco. Ni en las marcas de los dientes. Luego salimos a la calle juntos. Me pidió que le hablara de otras mujeres. No se me ocurría ninguna. Me decía que tenía un amigo que le habló de algo de eso. De que no quería sentirse así por nadie. Que se vaya, le dije yo. Sí, claro, que se vaya. Y seguimos andando.

Si yo hubiera entendido eso, no hubiera pasado lo que acabó pasando.

Cuando hablo con mi novia utilizo otras excusas para que no sepa que estoy pensando en ella. Por ejemplo, le digo que hace mal tiempo. Hace mal tiempo, me siento raro. El frío, el calor, se junta todo y me duele un poco la garganta. O por ejemplo le digo que ha pasado algo chungo en el curro. O el tema de que quiero algo mejor para mí. Utilizo mi futuro como una excusa. Las mismas cosas que utilicé con la anterior cuando la conocí a ella. No sé cuál es la evolución, si es una manera de vivir, o de pensar. Ahora mismo no quiero pensar en otra cosa que no sean mis manos. Mis manos están libres de todo lo demás. No huelen a nada.

domingo, 24 de abril de 2011

Papá hacía bromas con los anuncios de la radio


La lluvia caía inmensa. A mi derecha una personita sufría. Le daba miedo. Delante de mí y la personita de mi derecha, papá hacía bromas con los anuncios de la radio. Mamá hacía uso de una pequeña manta y una almohada para dormir. Papá había estado sujetando su mano mientras conducía casi todo el camino, pero de pronto se había dado cuenta de que la mano se había quedado muerta y cuidadosamente, le había buscado un lugar seguro donde reposar, y había devuelto la suya al volante. La había sentido vacía, su propia mano. Un extraña sensación de libertad que se había multiplicado con la lluvia. Creo que eso es lo que asustaba a la personita de mi derecha. Papá se enfrentaba a la lluvia con las manos vacías de mamá, que hacía tiempo que no se enteraba de nada. Yo recogía los detalles cuidadosamente e iba componiendo el cuadro. Si había un anuncio gracioso papá lo comentaba, pero lo hacía sólo para mí y la personita de mi derecha. Yo sé que su cabeza estaba en otro sitio. Yo respondía a papá pero mi cabeza estaba en otra parte. Mi mano apretaba la mano de la personita de mi derecha. Ella no correspondía a mi mano de la misma manera. No hubiéramos podido engañar a nadie. Estábamos jodidos los cuatro. El coche no se estrelló pero si lo hubiera hecho, yo hubiera sido el único superviviente. Era el único que podía ver el dibujo completo. El único que estaba tratando de hacer un esfuerzo por verlo. Eso me hacía odiarles a los tres. La personita de mi derecha no me miraba. Que no me mire. Mi madre no se despertaba. Que no se despierte. Que duerma para siempre. Cobarde. Mi padre hacía bromas con los anuncios de la radio. A mí no me engañas. Mi padre soñaba con estrellar el coche. Cada gota de lluvia era una excusa. La personita de mi derecha solo veía el peligro en la lluvia. Solo en la lluvia. Mírame.

domingo, 17 de abril de 2011

Cuando me pongo frívolo


Así que estoy en un parquecito. En la terraza de un parquecito. Y veo mi bici aparcada con dos candados diferentes. Y veo muchas otras bicis. Y veo mujeres hermosísimas sentadas en la terraza. Pienso en quiénes son, de quién se enamoran, cómo son cuando hacen el amor, cómo son cuando quieren a alguien. Una especialmente me parece muy fría, muy insípida. Habla con otra amiga suya. Parecen dos europeas muy independientes, con la cabeza muy sentada. De estas mujeres de película francesa con muchos estudios pero que no se sabe muy bien en qué trabajan. Una de ellas es rubia con los labios gordos. Tiene todas sus expresiones calculadas, trabajadas, no se le escapa nada. Pero venga, no me jodas, ¿qué le pasa a esa cara cuando se enamora? ¿qué le pasa cuando se siente unida a alguien, cuando abraza a alguien en la cama? Intento buscar un síntoma de debilidad y es casi imposible, pero de pronto, de pronto me acuerdo de una chica que conocí en Madrid. Una chica de una belleza espectacular con una muralla construida a su alrededor difícil de atravesar. De pronto me acuerdo de que alguna vez he pensado en cómo sería ella, si sería superficial en la cama, si sería superficial en todo. Me encantaría atravesar esa barrera en la intimidad de las personas. Ahora, en este café. Las parejas hablan con muy poca profundidad. Sienten el público por encima de sus hombros.

Me acabo de acordar de una historia muy curiosa que me contaron en la tele. Me la contó un redactor de un programa de televisión sobre vacas, cerdos, piensos, mundo rural en general y la Ministra de Agricultura, Medio Ambiente y no sé qué. En este momento preciso en que estoy viendo a esas mujeres en la terraza y me las estoy imaginando desnudas con sus parejas, y amándolas con fuerza, me acuerdo de esta historia sobre un total de una entrevista a un pastor. ¿Cómo se llamaba el hombre? No me acuerdo. El caso es que este redactor estaba haciendo un reportaje sobre el turismo rural de una zona montañosa del norte de España, y tenía concertada una entrevista con un pastor de un pequeño pueblo pero cuando llegó allí le dijeron que el hombre no podía, que su hermano se había ahorcado el día anterior. Súbete al monte, le aconsejaron, que seguro que ves a cualquier otro con las vacas. Y el redactor subió al monte con el cámara a grabar unos recursos cuando de pronto uno de los pastores que pasaba por allí se acercó a él. ¿Vosotros sois de la tele? Preguntó. Sí, de la tele somos. Pues yo tenía una entrevista concertada con ustedes. Ah, ¿es usted? Sí, soy yo, no me importa hacerla. Estoy bien. Es que todo el mundo se ha puesto muy tenso con lo de mi hermano. Y entonces le hicieron la entrevista. Y qué entrevista me dijo el redactor, míratela. Y yo me la miré. Y no sé. No sé qué deciros. En realidad al principio me hizo gracia, pero luego. Luego he pensado mucho en una frase. Me la apunté en el móvil. Es la frase que eligieron para el total y siempre que me pongo demasiado frívolo le doy vueltas. Como ahora, que me siento por encima del bien y del mal, y de las intimidades de estas mujeres. Como ahora que pienso que soy el único de esta terraza que esta pensando en los demás, que está pensando en las historias y las vidas de los demás. Me viene a la cabeza. Saco el móvil y la leo. Y hay a algunos, que dentro de su contexto, la frase en sí les puede parecer… qué se yo. Se ha hecho mucha parodia del mundo rural, y yo el primero, pero… A este hombre se le acaba de ahorcar su hermano la noche anterior. Y su hermano vivía con él en el mismo pueblo, un pueblo de veinte habitantes. Y su hermano y él vivían juntos, y no se habían casado nunca, y los dos se ocupaban de las vacas. Y este hombre sube al monte con las vacas el día después de encontrarse a su hermano con la soga al cuello. Y cuida de sus vacas porque es lo único que sabe hacer. Y un reportero de la tele que vive en la urbe más grande de España le pregunta por sus animales y él responde: “Las vacas ahora están pensando que están esperando por mí. Están nerviosas. Están nerviosas porque arriba les está esperando la libertad absoluta”.

domingo, 3 de abril de 2011

Un secreto enorme


El sábado por la tarde estuvieron follando en el piso de ella. Se debían algo. No sé qué. Hablaron un rato. Él le puso las manos encima. Ella no se dejó. Al principio no se dejó pero luego sí. Se besaron. Pasaron a la acción. En seguida estaban follando porque se conocían bien. Y no se cortaban. Llevaban mucho tiempo sin follar con confianza. Ella se había tirado a un par de tíos. Él a un par de tías. Más tarde acordarían ese empate. El caso es que habían follado pero no habían intimidado con nadie y se lanzaron a follar como bestias. Pronto estaban tumbados al revés y él le mordía el culo a ella y ella se metía la polla de él en la boca como no se metería ninguna otra polla. Y después de esa tarde se quedaron a gusto, pero no se vieron más ni hablaron en dos semanas.

En dos semanas volvieron a tener ganas de follar y volvieron a quedar, pero pensaron que era decente quedar primero para cenar. Quedaron a cenar en un sitio discreto, no demasiado romántico ni demasiado íntimo, no demasiado caro ni demasiado barato. Hablaron poco. Él la miraba e intentaba enamorarse de ella porque necesitaba enamorarse de ella. Ella no necesitaba volverse a enamorar de él, pero estaba contenta, se sentía segura. Cuando salieron del sitio se metieron en casa de ella y follaron otra vez. Él no durmió en su casa.

Una semana más tarde volvieron a quedar. Fueron al cine. Les gustó la película y tomaron una cerveza en un bar. Él le preguntó si ella se estaba tirando a otros tíos y ella jugueteó un poco al principio, diciéndole que eso a él no le tenía por qué importar. Él empezó a sentirse incómodo y sus propios celos le llevaron a derrumbarse y pedirle a ella que estuvieran juntos, que probaran otro tipo de relación, algo más ligero pero con fidelidad mutua. Tú lo que quieres es follarme, que yo no me folle a nadie más pero que no te moleste cuando no quieras que te moleste. Él intentó matizar las palabras de ella pero ella en seguida lo notó y empezaron a discutir. Ella no quería que él suavizara los argumentos. Él le dijo que quería lo que ella quisiera, pero que sobre todo quería que ella sólo estuviera para él. Así empezaron su segunda relación, de la que él se cansó dos semanas y cuatro días después. El día que él se cansó estaban juntos y venían del cine y de dar una vuelta por la calle. Mientras caminaban llegaron a la conclusión, una conclusión motivada por las ideas de él, que para tener una relación aburrida y monótona igual que la tenían antes, era mejor volver al principio, a follar sin más cuando les apeteciera y a poder follar con otros. Esto sobre todo le venía muy bien a él porque tenía una amiga en el trabajo a la cual le quería hincar el diente, y además tenía alguna posibilidad. Se despidieron diciendo adiós al amor frustrado y entonces en el metro, ocurrió algo mágico. Ella iba en una dirección y él en otra, pero cogían el metro en la misma línea. Como era de noche, el tren tardaba en llegar y él y ella quedaron enfrentados en los diferentes andenes de la misma línea. Ella huía de la mirada de él, que no tardó en empezar a hacer gestos corporales y bailes disimulados para hacerla reír a ella.

Dos jóvenes vendedores con traje, recién salidos del trabajo y portadores de bebida alcohólica en vasos de tubo de plástico llegaron al andén armando bulla. Pronto se fijaron en ella y empezaron a piropearla. Al principio los piropos eran en tercera persona, del estilo mira que buena esta, o tan sola y tan guapa que pena da. Pronto la abordaron directamente, y uno de los jóvenes empezó a dirigirse a ella preguntándola qué hacía sola, a dónde iba, o si se quería ir con ellos de fiesta. Ella en seguida entendió la oportunidad de ponerle celoso a él y empezó a reírse y a responder a las preguntas del borracho encorbatado con cierta coquetería. Los celos en él crecieron como un tsunami y explotaron cuando el borracho encorsetado se sentó al lado de su chica para hablarle al oído. No pudo remediarlo. Sencillamente no pudo. Gritó exactamente: Ey venga tío que es mi novia, deja de hacer el gilipollas. El borracho se sorprendió, le preguntó a ella si era verdad y ella dijo que no, que no eran novios, que eran solo amigos con derecho a roce. Él se sintió hecho mierda y la violencia en su interior brotó ciegamente, loco de amor y celos. ¿Bueno y qué vas a hacer? ¿Cruzar el andén? Él saltó al andén para atravesarlo sin pensarlo demasiado y ante los gritos de ella, que le rogaba que volviera, cruzó la primera vía. Cuando cruzaba la segunda el tren llegó y le arrolló. No fue capaz de escuchar el pitido de aviso, ni los gritos de la gente. Sólo pensaba en matar al borracho. Lleno de celos sólo pensaba en recuperarla a ella. Convertirla para siempre en su novia y en la de nadie más.

Ella le contó esta historia más tarde a dos maridos diferentes, cuando llegó con ellos a un nivel de confianza absoluta. Les contó esta historia y añadió que él hubiera sido el amor de su vida de no haber muerto aquel día, y cuando hubo problemas en las relaciones con sus maridos, ellos se lo echaron en cara, le dijeron, sigues enamorada de él, y entonces ella se arrepentía de haberle usado a él, al amante muerto, para ponerles celosos, o para hacer de su vida una vida más intensa y atractiva. Y es que aquel era un secreto enorme. Un secreto enorme lleno de revelaciones que eran difíciles de ocultar.