Espera un poco. Aguanta. En cualquier momento. Aguanta. Espera… ¡Ahí! ¿Lo ves? Se para siempre ahí. ¿Te hace daño? No te hace daño ¿verdad? Si te hace daño mueve la cabeza. No te hace daño. Vale. Bien. ¿Le ves? Mueve la cabeza si le ves. Vale. ¿Sabes quién es? Sí, claro que sabes quien es. Ahora quédate quieto. Mírale fijamente y espera un segundo. ¡Ahora! ¿Ves a ese también? ¿Sabes quién es también verdad? Pues venga. Mueve el culo.
Le saca de la habitación del hotel y le arrastra por el pasillo hasta una pequeña puerta que utiliza el servicio, pero son las diez de la noche y él sabe que ningún miembro del personal pasará por las escaleras de emergencia hasta las doce y media. Le arrastra por las escaleras, golpeándole el culo contra los escalones, y también la nuca. El chico no puede decir nada porque está amordazado y además ha decidido que va a soportar el dolor porque es valiente y ha boxeado desde que tenía doce y puede con eso y mucho más. Le saca por un callejón, por detrás, y le mete en la parte de atrás de una furgoneta. Arranca y conduce por varias calles hasta llegar a una autopista. Desde la parte de atrás el chico sólo ve las luces de las farolas golpeando contra el techo, y sólo puede escuchar el suelo de la autopista pasando a toda hostia bajo su espalda. Es una sensación extraña. Después de todo, lo único que puede pensar es que le van a matar. Se salen de la autopista en algún momento y recorren otra carretera. Parece que se paran en un par de semáforos, y después avanzan un poco más y se salen por otra carretera que parece de tierra. Se escucha muy poco de fuera. A lo mejor el ruido de otra autopista que no pasa muy lejos, pero no es seguro. Es de noche y pasan pocos coches. El camino por fin es decididamente de tierra, con un montón de baches. El chico da vueltas hasta que consigue quedarse enganchado en una de las esquinas del maletero. Por fin la furgoneta se para, él se baja y abre las puertas de atrás. El paisaje de Madrid encendido y el cielo naranja inundan los ojos del chico. Están en un descampado. Él saca una mochila, la abre y extrae una pistola. Después desata la cuerda de los pies del chico, le tira de los pies y le saca de la furgoneta. El chico da unos pasos intentando ubicarse. Están en algún sitio en el norte. Él le apunta con la pistola.
No quiero matarte. Pero si te pones a correr te voy a pegar un tiro. Y eso en realidad no afecta mucho a mis planes. ¿Estamos de acuerdo?
El chico asiente con la cabeza. Él le apunta con la pistola y le hace signos para que ande. El chico se pone andar. Caminan por una pequeña colina llena de escombros, y cuando llegan a la cima descubren un descampado gigantesco. Él le dice que se tumbe sobre la tierra y el chico lo hace. Le desata las manos, pero no le quita la mordaza de la boca. Él saca de la mochila unos prismáticos, los mismos de antes, y se los da al chico. A lo lejos hay un coche.
Antes de nada. Reconoces ese coche ¿no?
El chico mira y asiente con la cabeza.
Vale. Coge los prismáticos y mira. No pierdas detalle.
El chico coge los prismáticos y mira. Del coche sale un hombre. Abre la puerta de atrás e invita a salir a un niño de unos siete años, que camina hasta la parte de atrás del coche obligado pero resignado, asqueado como si le fueran a dar un baño. El hombre le da la vuelta, le apoya contra el maletero, le baja los pantalones y empieza a besarle. Le besa el culo y después se baja él los pantalones. El chico se aparta los prismáticos de los ojos.
¿No quieres mirar más? ¿No te quieres masturbar? He pensado que igual va en los genes. Si te quieres masturbar adelante. Tampoco afecta a mis planes.
El chico se da la vuelta, se tumba y mira al cielo naranja.
¿Qué te pasa?
El chico no puede hablar.
Él le quita la mordaza.
Di algo. ¿Qué te pasa?
Pero el chico no puede hablar.
Él se tumba a su lado y mira el cielo naranja.
Bueno, yo. Yo tenía un hijo de catorce años. Casi como tú. Un día fue a una fiesta. Tu padre le metió en una habitación y le violó. Pasó siete años en la cárcel y luego salió porque tenía amigos. Me obsesioné un poco con el tema y cuando salió le seguí la pista. Me di cuenta de que todos los sábados esperaba a que una mujer le entregara un niño a las diez de la noche, en el mismo banco, en el mismo parque. Tu padre cogía al niño y se lo llevaba a un descampado. Allí lo violaba, como acabas de ver. Era siempre el mismo niño. Podría haberlo denunciado, pero ¿para qué? ¿No? Se me ocurrió investigar un poco más porque, como ya te he dicho, estaba un poco obsesionado y me quería divertir. Se me ocurrió investigar y averigüé que la mujer era de hecho la madre del niño. Entonces pensé ¿qué clase de madre…? Y seguí investigando y me di cuenta de que en realidad, tu padre, era el padre de ese niño también. Y entonces ya hice una investigación espectacular y me di cuenta de que existías tú. De que odiabas a tu padre por algún motivo, y de que odiabas que tu hermano pequeño pasara los sábados por la noche y los domingos con tu padre. Que por cierto, en realidad estaba divorciado de tu madre desde hacía unos nueve años. Pero nadie sabía por qué le odiabas tanto. Y como eres un niñato de quince años, nunca te atreviste a decirle a la gente lo que tu padre hacía. No te puedo culpar ¿o sí?
El chaval está un poco afectado.
No sé. Creo que ahora mismo le está violando. Le está metiendo la polla por el culo. Le está jodiendo bien. Y creo que te suena de algo. Me siento un poco mal pero es que mi hijo se suicidó con tu edad y entonces te veo casi como un adulto. Me da cierta licencia. Todo es tan terrible ¿verdad? Es increíble lo inmune que puedes llegar a hacerte a la violencia. A la demacración. Puedes convertirte en un monstruo. ¿Tú crees que ya eres un monstruo?
El chaval abre la boca por primera vez.
Sí.
¡Bien! ¡Lo has dicho! Me alegro. Eres fuerte. Entonces ya no eres tan cobarde. No pasa nada, yo también soy un monstruo. Toma. Cógela. Yo me voy a ir y no me volverás a ver. A partir de ahora, tú mismo.
Nos perdemos como el chaval se decide a levantarse y caminar hasta su padre. Nos da igual. Cuando el chaval llega al coche su hermano ya está tumbado en la parte de atrás, medio dormido. El padre está fumándose un cigarro. Cuando el chaval aparece, al principio su padre no le reconoce. Un par de segundos, a lo mejor un poco más. Después ya sí.
Papá.